“Hasta ahora, la IA prometió confiscar nuestras profesiones; ¿nos privará también del arte de contar historias? »
“No te estoy preguntando si tu abuela anda en bicicleta. » Fernand Léger no quería que nadie se entrometiera en sus asuntos; Nosotros tampoco, en principio. Entonces, ¿quién expresó esta necesidad incontenible de confiar las claves de la narración a un cabecilla? que la IA [intelligence artificielle] ser capaz de forjar un poco de una charla con homosexual sentimental, es decir. Pero pasar de ahí a sustituir el paisaje literario por un pólder de 0 y 1, ¿por qué?
Ya estamos atónitos por las hazañas de la IA en muchas áreas, ¿no podría el autómata calcular la edad del capitán mejor que nadie? Aparentemente no. Luciendo ingeniosa pero con una mirada sombría, la IA presenta su último juguete: ChatGPT. Una especie de máquina intelectual de Turing nos ofrece nada menos que contarnos la historia.
El real, el falso, lo que sea: ChatGPT puede hacerlo todo por ti. Resume, comenta, explica, imagina, y todo ello en el tono, al estilo que más te guste: Zola o Beckett, Balzac o Breton, Trump o Oui-Oui. El piss-cold 2.0 levantará alguna tontería puesta por el autómata. El “buen público”, en cambio, se asombrará, seducirá o asustará. En verdad, el arte de contar historias no esperó a que la IA comenzara a temblar.
La IA optimiza todo a su paso, incluso la imaginación
“El arte de contrarrestar se está perdiendo”ya lo anunció el clarividente alemán Walter Benjamin en 1936 (El Cuentacuentos, Obras III, Gallimard, 2000). En cuestión, el hombre moderno y todo lo que portaba entonces: normalización, industrialización, información… “Quizás estemos al final de una era en la que contar no tiene cabida… porque los hombres ya no tienen experiencia para compartir”escribió Paul Ricœur releyendo la obra del pensador alemán (tiempo e historia, volumen 2, La configuración en el relato ficcional, Umbral, 1991).
Milan Kundera, en todas sus novelas hasta La fiesta de la insignificancia (Gallimard, 2014), celebrando el fin de las experiencias posibles, o Pasolini con su “luciérnagas que desaparecen” (artículo en el Corriere della Sera, 1975), todos dirán lo mismo: el arte de contar historias en el blues. Con la llegada de ChatGPT, la amenaza no desaparece sino que cambia de marcha.
El arte de contar historias no está amenazado de extinción sino de confiscación. La IA está considerando secuestrarlo, porque tiene que ser así, porque estamos perdiendo demasiado tiempo y energía en decírnoslo. AI quiere hacer del arte de contar historias una herramienta que satisfaga exactamente nuestras necesidades. Porque todo lo relacionado con la IA lleva el sello de la eficiencia. AI optimiza todo a su paso, incluso la imaginación. El arte de contar historias se volverá útil, necesariamente.
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