“Las salas de cine están debilitadas por la discreta retirada de los estudios de Hollywood”

LEl cine de Hollywood, ese viejo enemigo del cine francés, se retira silenciosamente de los cuartos oscuros. Y eso no es una buena noticia. Durante una década, la salud del cine francés ha sido juzgada por una estadística clave: la cuota de mercado de las películas estadounidenses. Publicado por el Centro Nacional del Cine (CNC), el indicador es ampliamente comentado.

Están los años buenos, aquellos en los que el cine nacional, gracias a un éxito popular, logra heroicamente hacer retroceder la ola californiana. Y luego están los muchos otros, donde los éxitos de taquilla de Hollywood irrumpen y se llevan la mayor parte de los ingresos de taquilla.

El año 2022 no escapa a este tropismo estadístico. La participación de las películas estadounidenses fue del 40,5%. Dato curioso: el cine francés, con un 40,9% de cuota de mercado, supera al estadounidense.

Hubo un tiempo en que esta destacada actuación fue premiada con orgullo patriótico. Este fue el caso en 2006, el año de bronceado 3luego en 2008, el año de Ch’tis, las dos únicas veces que se ha producido esta anomalía estadística en treinta años. Este año, sin embargo, los números se comunican clínicamente, se deslizan en medio de un párrafo que señala que “Los éxitos de taquilla estadounidenses están por delante”.

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Es que el cine francés no tiene corazón para celebrar. Una cuarta parte del mercado se ha disparado con la pandemia. Nos tranquilizamos diciéndonos que lo estamos haciendo mejor que los demás, que aún persistían ciertas restricciones sanitarias a principios de año, que era “un año de transición”. Fingimos no saber que un éxito extraordinario salvó el día al final del año y nos convencemos de que las cosas serán mejores mañana. La CNC ha decidido ver el vaso medio lleno, así nos lo anuncia en una reciente nota de prensa: 2023 “esperemos una asistencia aún mejor”.

La crisis del Covid-19, por brutal que haya sido para los cines, no puede hacernos olvidar que la industria cinematográfica francesa ha estado sujeta a vientos en contra durante mucho tiempo. En dos décadas, los canales de distribución tradicionales se han visto severamente interrumpidos. El DVD tiene, el primero, oscuro. Canal+ vivió días oscuros. TF1 y M6 intentaron fusionarse para enfrentar mejor la competencia de los principales actores digitales globales, en vano.

Un número limitado de películas reservadas.

Comprometidos en una feroz lucha económica, Netflix y sus competidores han caído en desgracia en los mercados financieros. Si por casualidad producen algunas (raras) obras francesas, esa no es su prioridad.

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