Tony Estanguet, la otra mascota olímpica
El café está servido, los minicroissants están sobre la mesa. Este 23 de enero no solo faltan los invitados. La movilización contra la reforma de las pensiones sacude a Francia desde hace cuatro días. Difícil, en esta fría mañana de lunes, convencer a los parlamentarios del Ródano de venir a conocer al jefe de los Juegos Olímpicos de París 2024, Tony Estanguet, un año y medio antes de la fecha límite. De los catorce funcionarios electos invitados al salón privado de un hotel de Lyon, solo uno respondió. Su colaborador toma fotos de la entrevista para alimentar las cuentas de su empleador en las redes sociales. Un tiro con Tony Estanguet siempre es unos cuantos likes ganados. No hay que ser muy viejo para recordar las hazañas del ex campeón de canoa, triple medallista de oro olímpico entre 2000 y 2012. De este abanderado de la delegación francesa a Pekín en 2008, que perdió ese año su título antes de conquistarlo de vuelta en los Juegos de Londres, cuatro años después, en un cambio digno de las producciones de Hollywood.
Tony Estanguet es menos conocido en su cargo actual como presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos (Cojop). Su rostro de género ideal estaba surcado por algunas arrugas. El cabello blanco resalta sus sienes. A sus 44 años, el natural de Pau conserva una silueta deportiva, encorvada en su traje azul marino. Una discreta cenefa azul-blanca-roja imprime el talón de sus cestas. Una vez cocorico, siempre cocorico. El espíritu de competición no le ha abandonado. ¿Su público se limita a un simple diputado? El VRP de las Olimpiadas presenta el proyecto como si fuera necesario convencer al periódico para que se convierta al budismo.
Recorre diapositivas y vídeos promocionales, donde las cifras se alinean como récords: 878 competiciones, 54 deportes, 15.000 deportistas, más de 13 millones de entradas a la venta para espectadores… “Queremos Juegos espectaculares”, “Juegos populares”, “Juegos iguales”, “Juegos ecológicos”. Tony Estanguet recita su discurso, sin notas; siempre ha repetido las mismas palabras desde que asumió el cargo en 2018. Nada debe ir más allá del marco. Las dudas sobre la seguridad del evento, la inflación de su presupuesto, el recuerdo de la mala gestión de pasadas ediciones o la amenaza de boicot por parte de Ucrania no tienen cabida en su software. Incluso se le ocurre al jefe de las olimpiadas sugerir sin reírse a los periodistas que busquen “ángulos positivos para hablar de los Juegos”, no solo para escribir sobre trenes que llegan tarde.
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